¿Qué nos hace movernos? ¿Qué nos hace decidirnos por algún modo de transporte u otro? Si en teoría podemos ir a cualquier sitio del mundo, ¿Por qué no lo hacemos? Hoy vamos a hablar del valor del tiempo en el transporte.
El tiempo es uno de los recursos más importantes que cualquier persona tiene. Cuando trabajamos, no empleamos nuestras habilidades y esfuerzo físico, sino que también hay un costo de oportunidad por todo lo que "dejamos de hacer" cuando trabajamos.
Usualmente, la inversión pública se destina a reducir los costos de tiempo a los usuarios, pues, aunque un proyecto no se considere "rentable económicamente" si los beneficios sociales (en tiempo) y demás factores son relevantes, entonces se considera "buen proyecto".
El tiempo es uno de los costos más grandes del transporte, por lo que los ahorros en los tiempos de viaje son usualmente los beneficios potenciales. La mayor parte de los beneficios que proporcionan proyectos de transporte tiene que ver con la materialización de los ahorros en tiempo.
Los costos de tiempo aumentan dependiendo de factores como el tipo de viaje, el tipo de usuario, las condiciones de viaje (operativas y climáticas) así como factores de saturación. Considerando que una persona es racional, valorará su tiempo como un recurso limitado y utilizará los sistemas de transporte que mayor reducción de emplear su tiempo en traslados sea menor a todas las opciones disponibles para llegar a su destino, asumiendo "conocimiento perfecto" de las opciones de movilidad en la red de transporte. A pesar de lo anterior, los costos de viaje tienen valores nulos o negativos, es decir, las personas están dispuestas a gastar su tiempo viajando.
En esencia, esto lo convierte en la cantidad que un viajero estaría dispuesto a pagar para ahorrar tiempo, o la cantidad que aceptaría como compensación por el tiempo perdido. (Azqueta, 1994) Utilizando un conjunto de valores de tiempo, los beneficios económicos de un proyecto de transporte pueden cuantificarse para compararlos con los costos (formando así la base del análisis costo-beneficio).
El valor del tiempo también se modifica cuando las condiciones del viaje lo hacen, por ejemplo, durante una emergencia, el costo del tiempo aumenta mucho más que en condiciones normales, además, según se ha demostrado, cuando viajamos de pie, aumenta el costo del tiempo, pues estamos dispuestos a pasar menos tiempo de pie que sentado (Victoria Transport Policy Institute, 2004) La calidad en el servicio influye en el valor del tiempo.
En la actualidad, prácticamente cada ciudad ha definido ya los valores del tiempo para sus usuarios, no obstantem los métodos de preferencia declarada se han convertido en los métodos principales de determinación del valor del tiempo de viajeros. Con este método, el investigador puede controlar la precisión las alternativas ofrecidas a los usuarios, por lo que pueden obtenerse datos de calidad que permitan construir modelos estadísticos confiables (Louviere et al, 2000)
Cada usuario tiene diferentes valores del tiempo, dado que algunos usuarios están dispuestos a pagar más para ahorrar tiempo. Este valor asignado a los usuarios está en función de características como el ingreso familiar, la composición del hogar, el tipo de usuario, el propósito del viaje, el modo de transporte, la valoración del ahorro, entre otros.
La ecuación muestra que el aumento en utilidad atribuible a una reducción en el tiempo utilizado para viajar es igual al valor monetario del ocio menos el valor monetario de la utilidad -directa- que produce viajar.
El modelo del presente artículo perfecciona el de Becker al incorporar la posibilidad de que los individuos obtengan utilidad (desutilidad) directa de dos actividades importantes en este contexto: trabajar y viajar. (Véase con detalle Alberro-Semerena, 2006) Costo de oportunidad social del tiempo de usuarios del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México | El Trimestre Económico (eltrimestreeconomico.com.mx)
De las ecuaciones mostradas, se infiere directamente que una reducción en el tiempo requerido para viajar tiene tres efectos: i) al aumentar el tiempo disponible permite trabajar más y generar potencialmente ingreso; ii) puede generar un beneficio adicional -posiblemente con un equivalente monetario- en la medida en la que el trabajo proporcione utilidad de manera directa (en adición al ingreso que genera), y iii) puede producir un perjuicio, posiblemente con un equivalente monetario, en la medida en la que los viajes proporcionen utilidad de manera directa, lo que dependerá, en general, del modo utilizado: a pie, en transporte público o en transporte privado.
El monto que una persona estaría dispuesta a pagar por reducir el tiempo de viaje es la suma de estos elementos. Por ende, toda evaluación del valor del tiempo debe estimar esos componentes que variarán según la persona y según las características del viaje.
Por otra parte, la razón del viaje influirá en la utilidad que pudiera producir: es posible que una persona que viaja como parte de su trabajo lo considere una tarea, mientras que otra que viaja por razones personales lo disfrute. Sin embargo, aun en este caso, su capacidad de monetizar ese aumento en utilidad estará limitada por su ingreso: que una persona goce de viajar no implica que pueda pagar por los beneficios que resulten.
Un corolario inmediato de esta derivación es que el valor privado de una reducción en el tiempo de viaje es igual al salario, siempre que la persona esté en la población económicamente activa y que se cumplan, además, una de dos condiciones: i) que ni el trabajo ni los viajes le proporciona utilidad al individuo, o ii) que la utilidad marginal del tiempo y de los viajes sean iguales, de suerte que se cancelen.
Estas ideas han sido criticadas en diversas ocasiones, pues se asume que, el dinero de las personas de condición social baja tiene un tiempo que vale "poco" mientras que, las personas de mayor ingreso, su valor del tiempo es más alto. No obstante, esta es la manera que, en la actualidad sirve para explicar porque nos desplazamos dos horas para estudiar una clase de hora y media, pues, en teoría, recibir educación nos da "más utilidad" que no hacerlo.
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